viernes, 6 de mayo de 2016

EL SECRETARIO 3-2: LA SOSPECHOSA HABITUAL (1)

Estimada señora:
Por medio de esta misiva, le anuncio mi deseo de renunciar al puesto de secretario. Mi renuncia será efectiva desde el momento en que la reciba.
Usted y yo sabemos que, aunque ha sido difícil, ya no le queda nada que aprender de mí y que se basta sola. Le agradezco la oportunidad de haber podido trabajar junto a usted durante este tiempo y le deseo mucha suerte y éxito en su andadura futura.
Atentamente,
Alain Panphile

Miré la carta como si el papel fuera a echar a andar en cualquier momento. Desde luego, eso no me sorprendería más que lo que acababa de ver escrito, con aquella letra tan impoluta y formal.
¿Qué diablos era aquello? ¿Una broma? Porque no podía ser cierto. Alain no podía estar despidiéndose de mí. Es más, no podía estar RENUNCIANDO. No así, por la criminal, sin ser capaz siquiera de hacerlo en persona. Y esas cosas que había escrito… no tenía nada más que enseñarme. Claro que no, pero eso no quería decir que tuviera que marcharse. Lo nuestro nunca había sido una relación de alumna y maestro. Él había aprendido tanto de mí como al revés. Casi parecía como si hubiera escogido cada palabra para conseguir que la despedida sonara a definitiva.
Pensé que eso no era posible, pero luego recordé sus antecedentes, las otras veces que había desaparecido del mismo modo y comprendí que sí lo era.
¿O no?
Las veces anteriores Alain no se había ido por voluntad propia. Siempre había habido un motivo. Y ese motivo tenía nombre y apellido. Y un culo y un ego que no entraban por la puerta.
Esa… cerda… llevaba amenazando meses con lograr que Alain volviera con ella y tal vez había conseguido engañarle de algún modo.
Todos sabemos que Alain es un poco tontico en ocasiones, que su primer reflejo es aceptar las órdenes de cualquiera que tenga un mínimo de autoridad, aunque esa persona sea una repugnante bruja con escaso talento.
Más tranquila, dejé la carta a un lado y sentí que una especie de calma guerrera se instalaba en mi interior.
Alexia Guipur era un enemigo conocido y, como tal, sabía enfrentarme a ella. Desde luego, era mejor eso que la otra opción. De solo pensar que Alain se había ido sin más…
Pero no, eso era imposible, impensable, ¡inenarrable!
Yo era su jefa favorita, la persona que le había liberado de la esclavitud, la que le había golpeado con la grapadora en su dura mollera y enseñado a tener un carácter.
Se suponía que me quería…
Antes de que la angustia volviera a embargarme, decidí hacer algo útil.
Me vestí y decidí hacerle una visita sorpresa a Alexia (aunque no sería tan sorpresa si Alain estaba allí, claro). Hasta alguien con tan pocas luces como ella, como no fuera para joderle la vida a cualquiera mientras lo pasaba bien, se daría cuenta de que no me iba a quedar tan tranquila mientras intentaba robarme a mi secretario… otra vez.

Hay gente que no aprende las lecciones que le da la vida, pero esta vez me iba a encargar de tatuársela a fuego… o con la punta de mi cuchillo favorito.

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