domingo, 29 de junio de 2014

SOBRE RETOMAR EL TRABAJO Y LOS NUEVOS PROYECTOS

No sé si es normal, pero cada vez me cuesta más volver a empezar a escribir después de acabar una novela. Antes me lanzaba de cabeza a una nueva sin miramientos, a pelo que se dice. Esta vez he empezado varias y lo he dejado, porque era incapaz de concentrarme del todo en ellas, no acababan de llenarme, tal vez. Igual es que no era su momento, porque, vistas en perspectiva, no están mal, en serio (no es que sea poco objetiva).
Al final me he decantado por una historia que trata de un mundo que yo he visto retratado pocas veces en novelas románticas, al menos desde la perspectiva que yo planeo tocar: el de la moda.  De hecho, aunque ya tiene un título ya decidido, y espero que definitivo, hasta que la acabe se llamará así, "La de la moda", para los amigos. Tampoco es que planee ser rompedora ni hacer algo nunca visto, porque, no nos engañemos, ya está todo visto, pero desde luego no me gusta ser complaciente con los clichés. Quiero tocar un poco las pelotillas de ese tufillo machista y rancio que me aburre y me hace enarcar la ceja, incluso en las novelas que van de "modelnas".
Habrá diseñadores, modistas, modelos, y todo lo que haga falta, pero, ¿cómo lo encajaré? Pues eso no os lo voy a contar jajaja. Solo os diré que me voy a permitir el lujo de colar un montón de chistes privados que seguro que mucha gente no va a pillar, tanto en los nombres de los protagonistas, como en las personas en las que están basados. Y es que, en el fondo, no puedo evitarlo, mi educación cinematográfica y literaria, así como el entorno en el que me he criado se reflejan en lo que hago, es inevitable... Notaréis que sé un poco de ropa, pero de cómo se hace. ¿Y eso? Secreto profesional.

Nota mental: dice Alain que eso de los chistes privados no debería hacerlo si luego no lo explico, porque solo me río yo. Yo le digo que en eso está la gracia. Es tan cortito a veces, mon petit chou...

sábado, 21 de junio de 2014

SOBRE HACERLO OFICIAL

A estas alturas supongo que lo sabéis: dos editoriales van a publicar dos de mis historias.
Por un lado, Ediciones B, vía Selección RNR, va a publicar en octubre una historia ambientada en el siglo XIX, después de las guerras napoleónicas. En ella conoceremos a Su Alteza, el príncipe Peter de Rultinia (a quien conoceremos mejor más adelante, en su propia historia) y a los hombres de su guardia. El jefe de la guardia es precisamente el protagonista de esta primera parte de la trilogía de Rultinia, sir Benedikt, un escocés que dejó su tierra de joven para ir a recalar en ese hermoso y a la vez terrible país mediterráneo, lleno de gente intrigante y peligros. En esta historia en concreto, nos lo encontramos en Inglaterra, antes de regresar a su tierra de adopción. Allí tendrá que lidiar con una mujer, Cassandra, con la que tiene una relación tan tirante que casi se podría decir que linda con el odio. Sin embargo, habrá cosas que hagan que ambos se replanteen lo que piensan y sienten por el otro.
Esta es, a mí parecer, mi mejor historia, aunque eso es algo totalmente subjetivo jajaja. Es tal vez que lo pasé muy bien escribiéndola, porque hay muchas peleas de ingenio, algo de acción, y un malo malísimo que me encanta.

La otra historia, que se publicará a saber cuándo, saldrá de la mano de Harlequín, en su colección HQÑ. En esta ocasión se trata de una historia actual, con algo de humor, bastante crítica y hasta tierna. Está ambientada en una clínica privada acosada por los problemas económicos, a la que llega un nuevo doctor, el hijo de uno de los mayores accionistas, precedido por el sambenito de ser un enchufado. Este hecho hará que el personal de su servicio no le reciba con los brazos abiertos, precisamente. Solo al conocer bien a Gabriel, sabrá Elisa que las cosas no eran como ella pensaba. 
Esta historia está ambientada en el servicio de Radiología de la clínica, el departamento más romántico de cualquier hospital (jajaja, chiste privado). 
Es una historia distinta, creo, donde lo principal no es la relación de los protagonistas. Tal vez es "poco romántica" en ese sentido, pero era lo que me pegaba en ese momento y forzar las cosas no me apetecía. Así que quedó como quedó.

Y, en definitiva, funcionen o no, esto es lo que hay, por si alguien siente un poco de curiosidad. Publicar no era mi objetivo en la vida, pero a veces hay que aceptar las cosas como vienen. Probaré, al menos. 
Pase lo que pase, para mí nada cambia. Mis libros siguen siendo los mismos y yo también.

Nota mental: aquí el que está encantado de la vida es Alain, que dice que ha sido gracias a sus consejos y su trabajo para conseguir que me lo tome en serio que hemos llegado ahí. Yo asiento, pero es solo para darle la razón. Está tan guapo cuando sonríe...

domingo, 8 de junio de 2014

EL SECRETARIO: EL VIAJE (XI)

Conté en mi cabeza mientras me alejaba del dormitorio de Alain.
Tras de mí, la risa histriónica de Alexia, con un punto de histeria y tal vez de incredulidad al pensar que se había salido con la suya. Marie Panphile no dijo nada, pero me la imaginé mirando a su hijo, esperando que me desmintiera. Y Alain...
Tardó tanto en empezar a hablar que casi me lo perdí, porque a esas alturas yo ya había llegado a mi ratonera, dispuesta a largarme sin mirar atrás. No quería confesármelo ni a mí misma, pero no sabía cómo iba a reaccionar mi secretario. No le gustaban los enfrentamientos, por no hablar de que hablar de las cosas que Alexia le hacía delante de su conservadora madre (para lo que quería, que bien que le gustaba leer BDSM). Cabía dentro de las múltiples posibilidades que se callara, agachara la cabeza y aceptara la victoria de Alexia sobre mí. También podría haber callado y seguirme sin más. Pero no.
En un rápido francés del que apenas capté lo más importante, Alain le contó con pelos y señales las torturas a las que Alexia le había sometido: hambre, golpes, jornadas de trabajo extenuantes... 
Pensé que pararía allí, pero no. Y ahí sí me sorprendió. Alain habló y habló, como jamás había hecho conmigo (cosas que tiene ser madre, supongo). Me apoyé contra una pared y escuché. No sé cuánto tiempo habló, pero lo que estaba claro es que Alexia ya no reía. 
No tengo ni idea de cuánto tiempo había transcurrido, pero de pronto Alexia pasó corriendo ante mí, no sin lanzarme antes una mirada de odio inmenso. 
Me gustaría haber pensado que había ganado, pero no, todavía no. Miré hacia la habitación y seguí esperando.
Tras varios minutos de silencio, Marie Panphile salió también de allí. Pasó en silencio junto a mí, sin mirarme, como su (deseaba con todo el alma) ex ídolo. Al cabo de unos instantes la escuché trastear en la cocina. Cuando pitó la tetera, supe que teníamos algo en común: el té nos calma y nos ayuda a ordenar las ideas.
-Te parecerá bonito lo que has hecho...
Me giré hacia Alain con mi mejor cara de "¿me hablas a mí, con esta carita de ángel que tengo?".
No me dejé engañar por su aspecto tranquilo ni por esa mirada serena. No tuvo que pedírmelo, pegué un saltito y él me cogió al vuelo, privilegios de ser bajita y pesar como una pluma.
Nos abrazamos unos minutos eternos allí mismo, sin hacer otra cosa que eso, estar abrazados.
-¿Mejor? -pregunté al fin.
Pude notar su sonrisa contra mi cuello.
-Mucho mejor. 
No lo decía solo por la escena, que seguro que no había sido fácil, sino que contarlo todo al fin debía de haber sido una liberación para alguien tan reservado para él, capaz de sufrir lo indecible sin hacer un mínimo gesto de dolor. Haber aguantado tanto había sido para él una tortura, y yo lo sabía muy bien.
No estuvimos mucho tiempo más en aquella casa ni en París. El viaje había sido un fiasco en muchos sentidos, pero liberador en otros. Sabía que seríamos libres de Alexia, al menos durante un tiempo.
Marie Panphile se despidió de su hijo con un abrazo extraño, como si no deseara soltarle y a la vez no se atreviera a mirarle a la cara después de lo ocurrido.
A mí apenas me dirigió un gesto con la cabeza a modo de saludo. Tampoco esperaba un beso y que me pidiera perdón... pero sí (no puedo evitarlo, soy autora de romántica, siempre espero que todo salga bien, pese a todo).

Cuando ya estábamos en el avión, camino a casa (esa casa que esperaba que Lorito no hubiera destrozado), me di cuenta de algo, sorprendida.
-¿Puedes decirme a qué hemos ido a París?
Alain rió. Una sonrisa libre, fresca y alegre como pocas veces (o más bien nunca), se la había visto.
Me dejó con las ganas de saberlo, cómo no. Pero lo averiguaré. Lo juro, como que me llamo Arwen Grey.

Por cierto, no sé si os habéis dado cuenta, pero gané: 
Arwen 3 - Marie Panphile 2