domingo, 8 de junio de 2014

EL SECRETARIO: EL VIAJE (XI)

Conté en mi cabeza mientras me alejaba del dormitorio de Alain.
Tras de mí, la risa histriónica de Alexia, con un punto de histeria y tal vez de incredulidad al pensar que se había salido con la suya. Marie Panphile no dijo nada, pero me la imaginé mirando a su hijo, esperando que me desmintiera. Y Alain...
Tardó tanto en empezar a hablar que casi me lo perdí, porque a esas alturas yo ya había llegado a mi ratonera, dispuesta a largarme sin mirar atrás. No quería confesármelo ni a mí misma, pero no sabía cómo iba a reaccionar mi secretario. No le gustaban los enfrentamientos, por no hablar de que hablar de las cosas que Alexia le hacía delante de su conservadora madre (para lo que quería, que bien que le gustaba leer BDSM). Cabía dentro de las múltiples posibilidades que se callara, agachara la cabeza y aceptara la victoria de Alexia sobre mí. También podría haber callado y seguirme sin más. Pero no.
En un rápido francés del que apenas capté lo más importante, Alain le contó con pelos y señales las torturas a las que Alexia le había sometido: hambre, golpes, jornadas de trabajo extenuantes... 
Pensé que pararía allí, pero no. Y ahí sí me sorprendió. Alain habló y habló, como jamás había hecho conmigo (cosas que tiene ser madre, supongo). Me apoyé contra una pared y escuché. No sé cuánto tiempo habló, pero lo que estaba claro es que Alexia ya no reía. 
No tengo ni idea de cuánto tiempo había transcurrido, pero de pronto Alexia pasó corriendo ante mí, no sin lanzarme antes una mirada de odio inmenso. 
Me gustaría haber pensado que había ganado, pero no, todavía no. Miré hacia la habitación y seguí esperando.
Tras varios minutos de silencio, Marie Panphile salió también de allí. Pasó en silencio junto a mí, sin mirarme, como su (deseaba con todo el alma) ex ídolo. Al cabo de unos instantes la escuché trastear en la cocina. Cuando pitó la tetera, supe que teníamos algo en común: el té nos calma y nos ayuda a ordenar las ideas.
-Te parecerá bonito lo que has hecho...
Me giré hacia Alain con mi mejor cara de "¿me hablas a mí, con esta carita de ángel que tengo?".
No me dejé engañar por su aspecto tranquilo ni por esa mirada serena. No tuvo que pedírmelo, pegué un saltito y él me cogió al vuelo, privilegios de ser bajita y pesar como una pluma.
Nos abrazamos unos minutos eternos allí mismo, sin hacer otra cosa que eso, estar abrazados.
-¿Mejor? -pregunté al fin.
Pude notar su sonrisa contra mi cuello.
-Mucho mejor. 
No lo decía solo por la escena, que seguro que no había sido fácil, sino que contarlo todo al fin debía de haber sido una liberación para alguien tan reservado para él, capaz de sufrir lo indecible sin hacer un mínimo gesto de dolor. Haber aguantado tanto había sido para él una tortura, y yo lo sabía muy bien.
No estuvimos mucho tiempo más en aquella casa ni en París. El viaje había sido un fiasco en muchos sentidos, pero liberador en otros. Sabía que seríamos libres de Alexia, al menos durante un tiempo.
Marie Panphile se despidió de su hijo con un abrazo extraño, como si no deseara soltarle y a la vez no se atreviera a mirarle a la cara después de lo ocurrido.
A mí apenas me dirigió un gesto con la cabeza a modo de saludo. Tampoco esperaba un beso y que me pidiera perdón... pero sí (no puedo evitarlo, soy autora de romántica, siempre espero que todo salga bien, pese a todo).

Cuando ya estábamos en el avión, camino a casa (esa casa que esperaba que Lorito no hubiera destrozado), me di cuenta de algo, sorprendida.
-¿Puedes decirme a qué hemos ido a París?
Alain rió. Una sonrisa libre, fresca y alegre como pocas veces (o más bien nunca), se la había visto.
Me dejó con las ganas de saberlo, cómo no. Pero lo averiguaré. Lo juro, como que me llamo Arwen Grey.

Por cierto, no sé si os habéis dado cuenta, pero gané: 
Arwen 3 - Marie Panphile 2

2 comentarios:

  1. NO.PUEDE.SER!
    Y no dijo nada... Pero como se atreve..
    Después de pasar todo lo que pasaste?
    Ok, me quedo esperando para saber, por que tenes que contarlo eeh...

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