sábado, 31 de mayo de 2014

EL SECRETARIO: EL VIAJE (X)

Alain se puso delante de mí, no sé si para protegerme o para impedir que me lanzara contra Alexia, pero, teniendo en cuenta que estaba en bolas, consideré que no era buena idea que estuviera tan cerca de esa bruja, a la que por cierto se le iban los ojos a ciertos lugares. Y esos lugares eran míos, así que le aparté de un empujón y le cubrí como pude, teniendo en cuenta mi estatura y envergadura.
Alexia sonrió, aunque sus ojos lanzaban dardos mortales. Seguro que le estaba costando un mundo no poder comportarse como ella era de verdad delante de Marie Panphile, la presidenta de su club de fans en Francia.
-Eres una indecente -dijo la muy falsa, llevándose una mano a la zona en que los humanos normales tenemos el corazón.
-Le dijo la sartén al cazo.
Los refranes nunca han sido lo mío, pero era mejor decir eso que lo que pasaba de verdad por mi cabeza.
-Has profanado el hogar de esta mujer incitando a su hijo a cometer actos impuros -siguió Alexia, poniendo una cara de mojigata que no sabía si reírme o llorar.
-En realidad me incitó él, pero eso es un detalle sin importancia -dije, acertando de lleno con el dardo, a juzgar por su expresión de odio absoluto. Seguro que a ella Alain nunca la había incitado a nada (juajuajua).
Entrecerrando los ojos hasta convertirlos en rendijas de pura maldad, se volvió hacia madame Panphile, que todavía no había abierto la boca, aunque no paraba de asentir ante las palabras de Alexia.
-Tienes que hacer algo, querida -la voz de Alexia sonó dulzona y pegajosa-. Esta mujer lleva a mi croasancito por el mal camino. ¡Mírale, si ya no reconoce la decencia! ¡Tápate, por Dios! -añadió, cubriéndose los ojos con teatralidad, aunque yo pude ver que separaba los dedos para seguir mirando, la muy perra.
Marie Panplile asintió, frunció los labios de una forma que me resultó muy conocida y apretó los puños, la viva imagen de la furiosa dignidad.
-Me temo que tendrás que marcharte de mi casa.
Vale, había tenido la excusa perfecta, y lo peor era que se la habíamos dado en bandeja y hasta con un lazo rojo y enorme. A su lado, Alexia sonreía como la perra satisfecha y malvada que era, creyendo, y tal vez con razón, que había ganado.
Pero no. Ya estaba harta de ser la buena y tonta autora sin esperanza. Si había algo en lo que había cambiado desde que estaba con Alain, era en que sabía que podía conseguir todo lo que quisiera. Por primera vez, además, pensé que no me iba a importar usar cualquier truco sucio a mi alcance con tal de librarme de esa víbora para siempre. 
Así que sonreí, asentí con la cabeza y enfilé la puerta, sorprendiendo a todos. Al llegar a la salida, me giré como para despedirme, aunque mi intención estaba muy lejos de ello.
-Es una lástima que tenga que irme. Hubiera sido un placer para mí contarle las cosas que le hacía su ídolo a su... -miré a Alain, que se había detenido en mitad del gesto de abrocharse los pantalones. Su cara de desconcierto era un poema. Procuré grabarla en mis retinas, porque verle perder el control era algo extraño y precioso- croasancito...
Mi reverencia final fue la puntilla a aquella escena.
Salí del cuarto sin mirar hacia atrás. Esperando.

Madame Panphile 2 - Arwen 2


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